domingo, 7 de septiembre de 2008

SAINT-EXUPERY BAJO LAS AGUAS


Al Principito no lo he visto por estos desiertos, de todas maneras no cabrían en su pequeño planeta los militares, los camellos, los pozos de petroleo, los escorpiones, los extranjeros, los aviones...
En cuanto a su padre, hasta hace poco, nadie sabía muy bien donde estaba, huída secreta, abducción extraterrestre, suicidio, fueron algunas de las especulaciones más razonables. Los cotilleos de la época aseguraban que tenía sobrepeso, que usó sus influencias para despegar de nuevo, a pesar de aquel par de accidentes y las dificultades para manejar esas nuevas bestias americanas, y montó de nuevo sobre el rayo del P-38. Pero hace poco el viejo piloto alemán que lo derribó decidió no llevarse el secreto a la tumba, y le ha contado a un periodista que nunca le habría disparado de haber sabido que era él, que ninguno de sus compañeros lo habría hecho, que así lo habían pactado, y parecía sentirse culpable al relatar que lo vio pasearse a baja altura, meciéndose sobre el mar. Poco después, escuchando la radio en la base, supo con certeza quién era aquel confiado piloto de reconocimiento.
Es difícil saber si su empeño por morir por Francia antes de que acabara la guerra no era un suicidio dramático y velado, aunque hay seres que no pueden evitar ser leyenda, es la maldición de un príncipe, sólo por querer embellecer el mundo, por la ausencia de temor, por la falta de interés en las cosas del común vivir.
Ahora la morena moteada serpentea en un bucle incesante, saliendo de la mandíbula abierta del piloto, desapareciendo por el círculo hueco donde estuvo el altímetro.

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