viernes, 31 de octubre de 2008

VIRYA Y AHIMSA


A Javier Bosch, Juan Masabeu y John Mc Cabe, que vivieron pacíficamente y murieron volando.


Las tormentas de arena del rey de todos los desiertos también son reinas mudables y feroces del Sahara, son tan orgullosas y les gusta tanto pavonearse que a veces se las ve desde el espacio. Hoy nos ha sorprendido una intentando aterrizar en el pozo Eco Foxtrot Cuatro, (hay que tener cuidado con la magia simpática, hace sólo unos días escribí sobre ellas) la torre del pozo era una sombra demasiado cercana y cada vez que la cabecera de la pista se empezaba a distinguir las fuertes rachas hacían imposible reducir la potencia sin perder el control direccional, alejándonos de una velocidad que nos permitiera aterrizar con seguridad, yo lo intenté, la capitana lo intentó, y frustrados tras dos tomas frustradas nos fuimos por donde habíamos venido, satisfechos de haber hecho todo lo posible sin arriesgar mucho todas las vidas que nos acompañan un poco más atrás. Ya no me tengo que jugar el pescuezo casi nunca, pero esos momentos de dificultad máxima en nuestro nada virtual videojuego me han despertado muchos recuerdos de juventud, de saliva espesa y sabor picante de oxígeno en la sangre, pensamiento veloz y miembros energizados por la adrenalina, de consciencia clara de peligro inminente, cuando la norma de todas las empresas era “sólo se puede no salir en caso de huracán” y el que cargaba los aviones estaba convencido de que todos los huecos libres del interior se podían rellenar. No había aeropuertos alternativos, ni combustible para ir a ningún otro sitio, cuando las nubes hacían el bocadillo con la bóveda de la selva maya y yo era la loncha de fiambre cada vez más apretado en el interior, buscando el claro de la pista de Gallon Jug en un mar verde, sin GPS, con brújula y reloj, como un marino de hace trescientos años pero con el combustible agotándose, con el avión peligrosamente sobrecargado, y esas coliflores gigantescas en un cielo negro plagado de rayos que convertían a la Cessna-206 en semillas voladoras de Sicomoro, en el caballito de tiovivo de una feria brutal…
En aquellos años quería, necesitaba probarme a mí mismo, buscaba una secreta iniciación guerrera, una prueba de valor, ”Virya”, la virtud yóguica del indómito coraje , el desprecio de la muerte, los cojones en suma. Gracias al deporte de riesgo constante que es la aviación en los países y empresas donde no se respetan ni las más básicas reglas de seguridad, pude secretamente ejercitar esta virtud, sin dañar a ningún ser viviente, sin alejarme de la base de todo buen camino que sea igual a su destino, practicando la no violencia, el respeto hacia todas las formas de vida que sienten, “Ahimsa”.

1 comentario:

usucapiodelvacío dijo...

¡Qué cosa perdida,
qué cosa tan fuerte,
que busco a mi vida
remedio con muerte!